ALGO DE HISTORIA

Esta modesta pero cada vez más próspera iniciativa de jardinería y paisajismo se inició, entre los años 2005 y 2006, en las montañas del Litoral Central, en el Estado Vargas, Venezuela. Por razones de trabajo, me tocó visitar las comunidades campesinas ubicadas entre Carayaca, El Junquito y la Colonia Tovar. Esa extensa franja de tierra es muy rica en especies vegetales silvestres y asilvestradas, tanto tropicales como subtropicales. Una peculiaridad de estos campos, es que los lugareños, en los jardines de sus casas, tienen una variedad de plantas decorativas realmente impresionante.

Siempre me ha interesado la naturaleza, desde un sentido ecológico y conservacionista. Sin embargo, en la misma medida que aumentaban mis idas y venidas a los campos, ese interés se inclinaba hacia otro aspecto de la naturaleza: El valor ornamental y artístico de las plantas (aunque conocerlas y, más aún, cultivarlas es un valor en sí mismo). Entonces empecé a “coleccionar” hijuelos, rizomas, bulbos, semillas y, si lo consideraba viable, plantas con cierto desarrollo. Todo este acopio botánico no se limitó a los campos: En mis viajes a Caracas y al interior también procuraba recolectar semillas e incluso esquejes que, sorprendentemente, a pesar de pasar muchas horas en un recipiente con agua, mientras retornaba a casa, prosperaron. Igualmente, compraba algunas plantas en los viveros comerciales. Pero las plantas ornamentales de mayor belleza me fueron regaladas por las familias campesinas. Así, casi sin proponérmelo, inicié lo que fue el “Vivero Artesanal”.

Junto a este itinerario de recolección de plantas, empecé otro más apasionante todavía: El de identificarlas, conocer sus nombres científicos, su origen, sus cuidados; y el de aprender el arte y la técnica de la jardinería y el paisajismo. Y de la teoría rápidamente pasaba a la práctica, de tal manera que, aplicando estas técnicas esquejaba, ponía a germinar semillas, preparaba substratos para esquejar, buscaba las condiciones ideales para dichos procesos. Empecé a reconocer a los enemigos potenciales de las plantas y a cómo tratarlos ecológicamente (no plaguicidamente). De este modo mis manos y mi inteligencia se hicieron cada vez más eficientes para el arte de la jardinería.

Junto a los dos anteriores itinerarios, se hizo necesaria la adquisición de herramientas. A medida que trabajaba la jardinería conocía la importancia y utilidad de cada una y, cuando tenía la oportunidad, la compraba. Gracias a este modo de actuar, hoy día cuento con una gama bastante completa de herramientas (ver “Nuestras Herramientas”).

A finales de 2006, me mudé para Caracas, y afortunadamente conseguimos un apartamento con una terraza. Gracias a este hallazgo, pudimos traer a Caracas toda la colección de plantas. A principios de 2007, conocí al Dispensario San Alfonso Ma. de Ligorio, en el Paraíso. Para ese entonces, el dispensario no tenía jardinero y esto se notaba en sus jardines. Así que, en una de las visitas, le dije a la directora que “me ofrecía a diseñarle un proyecto de jardinería para embellecerlos, ya que los jardines eran la primera imagen del dispensario”. Ella me dijo que lo pensaría, y, a la siguiente ida, me pidió que le presentara un proyecto y presupuesto para los jardines. Así lo hice, y el trabajo se inició y terminó exitosamente. Finalmente, me quedé haciéndole el mantenimiento por 8 años. A partir de este trabajo, a lo largo de todos estos años, se han sucedido innumerables proyectos de jardinería y paisajismo felizmente iniciados y concluidos.